Estamos tan acostumbrados a quejarnos por todo lo que no nos gusta, por todo lo que nos molesta y por todo lo que vemos mal, que a las personas se les ha olvidado dar las gracias. Recordar cómo hemos llegado a construir y ser quienes somos, gracias a aquellos pequeños detalles que nos han ayudado y nos han dado fuerzas para llegar a donde estamos; no sólo nosotros, sino a las personas que amamos.
Mi madre es una persona muy luchadora, tremendamente trabajadora. Supongo que, como toda su generación, pues nació el 18 de febrero de 1947. Y tengo la suerte de pese a su estado aún poder disfrutar de ella.
Mis padres han sido muy trabajadores los dos. Mi madre tenía dos trabajos (como todos vuestros padres en aquella época), limpiaba y aparte era peluquera, esteticien y su hobbie era coser.
Ahora de mayor he de reconocer que cuando miro cosas que me había hecho las valoro mucho. Pero en ese momento en que a todas mis compañeras sus madres les compraban la ropa hecha de tienda, y mi madre me la hacía toda a mano, -lo que actualmente a todos os gusta que se llama customizar- de pequeña a mí no me hacía tanta gracia. Los vestidos y las blusas, le encantaba bordármelas. Hoy son verdaderas obras de arte, aunque en aquel momento yo prefería unos tejanos…
Bromas aparte, éramos una familia normal y una noche como cualquier otra, se fueron mis padres a dormir y al despertarse mi madre, no pudo hacerlo por sí misma. Sólo tenía 35 años.
Ahora todo ha avanzado muchísimo, no nos damos cuenta de lo que avanza y las mejoras que hace la medicina. Estamos acostumbrados a que nos den soluciones, no vemos todo lo que investigan y el esfuerzo que hay detrás. Sólo te das cuenta cuando tienes un caso y lo vives de cerca. Había sufrido un ictus. Ahora se sabe lo que es y las pautas que hay que seguir.
Cuando volvimos a casa, no solo que no podía mover una mano, sino que no podía andar y le costó muchísimo tiempo volver a hacerlo. Ahí descubrí lo que era la palabra amar en lo bueno y en lo malo a alguien, porque mi padre no sólo estuvo a la altura, sino que superó las expectativas. Es muy difícil el carácter cambia y mi madre necesitaba sentirse activa y útil. Gran problema en esa situación en la que se encontraba.
Tuvimos la gran suerte que el médico que trataba a mi hermana que era asmática, vio el proceso de recuperación y el esfuerzo de mi madre, como se implicaba mi padre haciéndole la recuperación casera en ese momento. Ella lo único que quería era poder trabajar, estaba en una depresión, pues se sentía inútil. Nos puso en contacto con una entidad que para mí en ese momento era totalmente desconocida, aunque yo era pequeña y no entendía para que íbamos, la o.n.c.e.
Es esa organización que todos veis y estáis acostumbrados a comprar un número para jugar y al que no se le da ninguna importancia, porque siempre se dice que ayuda, pero nadie explica realmente y de corazón, en qué ayuda.
Os lo quiero explicar en primera persona. Mi madre es minusválida, se llama Gloria Pérez Muñoz, su número de vendedora es el 2.547 con una minusvalía fuerte. Le dieron la oportunidad de trabajar, le enseñaron a vender, la apoyaron. La venían a ver regularmente los inspectores que son las personas como les denominaban ellos.
Actualmente les pondríamos otro nombre como consejero, asesor o coach. Pero era la persona que regularmente se preocupaba en saber cómo le iba a mi madre en su puesto de trabajo; si necesitaba algo o informarle de alguna novedad. Esto es un trabajo en equipo que realizan para su personal.
Existen otras muchas más cosas que no veis. Cuando tenéis un hijo lo primero que pensáis por lógica es inscribirlo en un colegio, claro está público. Porque aquí en España la educación es gratis… pero ¿y si tu hijo es invidente?, ¿qué haces?, ¿quién te ayuda?, ¿dónde te diriges?, ¿quién lo forma?, ¿dónde va a encontrar un trabajo? Todas estas preguntas no nos las hacemos, porque gracias a Dios no esperamos encontrarnos nunca en ese dilema. Pero si lo necesitáramos, el respaldo son ellos.
Eso es lo que significa el valor de comprar un cupón. Por eso para mí no es un simple juego, es una ayuda moral, en la medida que uno puede.
Como niña tuve que empezar a acompañar a mi madre a la sede de Barcelona que es donde yo vivo. Allí se hacían los trámites, también se llevaban los números que no se habían vendido, se solicitaba un número para el día siguiente que te habían pedido. Todo eso se tenía que hacer a mano, no existía tanta tecnología y la verdad, es que el equipo humano era increíblemente amable. Me gustaba ir.
Me empezaron a enseñar cosas, primera porque era pequeña, también porque me veían habitualmente y porque en el mismo edificio que ahora ya no existe, estaba el equipo médico que atendía a los trabajadores. Lo que se denominaba el médico de familia.
Ahora ya esto no está en ninguna de las sedes de las ciudades, porque se encarga una mutua de ello.
Dar las gracias a todos y a cada uno de esos médicos y de esas enfermeras de cada centro de toda España, porque estoy segura que la misma atención y el mismo mimo con el que atendían en Barcelona, lo hacían en el resto. Eso se tenía que hacer realmente de corazón, porque todo el mundo llegaba cansado, venían con una enfermedad crónica que sabían de antemano que no podían solucionar. Ellos tenían que seguir trabajando con la presión y prisas para sacar unas ventas. Yo estaba fuera viendo todo esto muchas veces al humor, jamás les vi perder la sonrisa y siempre buscaban como animarnos.
Gran parte de esa visión, más lo que yo vivía en casa y me explicaba mi abuela, me ha hecho llegar a ser quien soy.
Es importante que te den soluciones o te hagan las preguntas adecuadas para que tú busques dentro de ti, lo que quieres cambiar. No siempre va a ser todo favorable, pero siempre puedes salir adelante y siempre puedes lograr todo lo que te propongas.
Estando con ellos lo aprendí día a día, por eso yo personalmente les tengo que dar las gracias una y mil veces. Porque no os podéis imaginar los obstáculos que han tenido que sufrir, superar y salvar para poder llegar donde han llegado, y nunca les habéis oído quejarse. Por eso doy gracias a todos ellos, desde el primero o fundador hasta el último trabajador.
Todos tenemos que ser conscientes de la gran labor que hacen, porque algún día espero que no sea así, los podemos necesitar y ellos siempre os tenderán una mano. Gracias.