Un día, un abuelito plantaba una remolacha y le decia:
– Crece, remolacha mía, crece y hazte grande y dulce, así te podremos comer.
Pasaba el tiempo cuando la remolacha crecia y crecia, y se hizo muy grande.
Entonces, el abuelito se preparó para cosecharla, empezó a tirar de ella, para sacarla de la tierra y no pudo, por eso llamó a la abuelita para que lo ayude.
El abuelito y la abuelita tiraban de la remolacha una y otra vez, y no podían sacarla de la tierra…
La abuelita decidió pedirle ayuda a su nieta y se juntaron de este modo: el abuelito tiraba de la remolacha, la abuelita tiraba del abuelito y la nietita tiraba de la abuela… y nada ¡ No podían sacar la remolacha de la tierra! Entonces la nieta decidió llamar a su perrito.
Empezaron a tirar nuevamente, el abuelo tiraba de la remolacha, la abuela tiraba del abuelo, la nieta de la abuelita, y el perro de la nietita… y nada. La remolacha no se movía. Decidieron entonces pedirle ayuda al gato de la casa.
Y todos empezaron a tirar con todas sus fuerzas, el abuelito de la remolacha, la abuelita del abuelo, la nieta de la abuelita, el perro de la nieta, el gato del perro… pero nada pasó, la remolacha no salió.
Decidieron llamar a un ratón que justo pasaba por allí. Y volvieron a tirar, ¡a la una, a las dos y a las tres! El abuelito tiraba de la remolacha, la abuelita del abuelo, la nieta de la abuelita, el perro de la nietita, el gato del perro, el ratoncito del gato… Y de repente… ¡paff! Lograron sacar la remolacha de la tierra. Todos agradecieron al Ratón por su ayuda y se comieron la riquísima remolacha.
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