El oso Tashik estaba caminando por el bosque, pisando con sus patas una gruesa alfombra de agujas, conos y pequeños arbustos de bayas. El bosque era grande y oscuro, y el oso muy pequeño. Levantaba la nariz y olía al aire para determinar dónde vivía su familia. Entró en un matorral denso y oscuro cada vez más lejos de su borde nativo, brillante y soleado, donde estaba la casa de su familia grande y adorable.
El oso Tashik escuchó y presionó sus orejas contra su cabeza. Las temidas y negras coronas de árboles crujían como gigantes con grandes patas de abeto. El pequeño oso corrió hacia el tocón y se escondió detrás de él. En el bosque comenzó una verdadera tormenta y el oso tembló de frío y miedo. El viento sacudió los árboles altos de lado a lado con sonidos aterradores. Tashik parecía que uno de los viejos y gruesos pinos caería sobre su tocón, que se tambaleaba y crujía como la bisabuela de Tashik. Cubría los ojos con sus patas y sollozaba, limpiando las lágrimas en los pequeños ojos.
– Mamá! Mamá! – Tashik llamó desesperadamente a su madre, porque siempre supo cuándo una madre temerosa lo protegería de cualquier peligro.
Un día, el oso cayó de la orilla directamente en un río burbujeante que lo llevó directamente a las rocas. Tashik golpeó desesperadamente el agua con sus patas, pero no pudo nadar en la orilla, estaba demasiado lejos. Un poco más y Tashik se habría estrellado contra los acantilados rocas, pero alguien lo agarró por la piel y lo arrastró a una suave orilla segura. Era la madre más fuerte y valiente del mundo. Tashik abrazó a su madre por el cuello, y ella castigó severamente a Tashik, le dejó sin miel y frambuesas por la noche. Pero el oso no estaba enojado, sabía que su madre le amaba y estaba muy asustado de que se ahogara.