Buscando sexo en un club

Era mi primer año en la universidad y mis padres habían alquilado un piso con mi hermano en el centro de la ciudad. Tenía tantas ganas de sexo que seguía aplazando las relaciones serias con chicos porque realmente no tenía tiempo, pero sería bueno para mi salud física tener una pareja estable.

Hace seis meses tuve un novio que resultó ser un gilipollas. Rompimos y ahora estoy en búsqueda activa. Resulta que no es tan fácil encontrar a tu alma gemela. Por muchos chicos que haya conocido, ninguno me ha llegado al corazón. Mi hermano es un año mayor que yo, encontró alguna chica y parece que van en serio. Pero yo no tengo tanta suerte.

– Nita, vamos. ¿Así encontrarás un marido? ¡¿Cuántos años tienes?! – Julia se indignó cuando le conté lo del incidente en el autobús y en el parque con un tipo desconocido.

– Es cierto, me estoy volviendo loca por no echar un polvo, ¡estoy dispuesta a tirarme en la calle a cualquiera que encuentre! Tengo que hacer algo al respecto. ¡Consigue un novio! – Me dije indignada.

– ¿Por qué no cogiste el teléfono de ese empollón? Dijiste que era un buen follador. Así te follaría de vez en cuando y podrías estudiar sin distracciones. – Julia se sirvió un poco de té y tomó un trozo de tarta.

– ¡Deja de comer dulces! – Le quité la golosina y la volví a meter en la caja. – Tú y yo estamos a dieta. ¡Un bocado es suficiente! Y no cogí el teléfono porque, como dijiste, es un empollón. No quiero un chico así. ¿A dónde voy con él? Es guapo, pero no es mi tipo.

– ¿Cuál es tu estilo? – Julia miró el trozo de tarta con cara de fastidio y se chupó los dedos.

– No sé, más viejo, supongo. Más mayor. Como nuestro profesor de filosofía…

– Vale, nuestro profesor es el sueño de todos, pero si sólo quieres echar un polvo, puedes encontrar uno en el club, sin problemas. Elige a alguien que te guste.

Así que decidimos ir a un club a ligar con tíos para tener sexo.

Antes de nuestro viaje al club, ¡mi vida fluía con mucha naturalidad! Tengo todo lo que necesito, mi familia, mi querido hermano vive conmigo, buenos amigos, en general, ¿qué más se necesita para ser feliz? Lo único que falta es tener relaciones sexuales regulares y constantes, pero a mis 19 años no vale la pena preocuparse demasiado por eso.

Así que Julia y yo fuimos a un club nocturno. El sábado por la noche, ella y yo vamos de caza. Entramos en la sala, vamos a la barra, pedimos un cóctel, y aquí ya estamos relajadas y alegres: baile picante hasta caer rendidas, cachimba en el descanso, cócteles otra vez.

Hace mucho calor y el cansancio se apodera de mí. Me cuesta un poco respirar, así que decido salir a la terraza de verano a tomar el aire.

Miro a los chicos que están de pie un poco más lejos de la puerta, fumando. Están discutiendo algo acaloradamente, y yo los desnudo mentalmente y me imagino cómo sería si estuviera en la misma habitación con ellos ahora mismo y tuviéramos sexo. Nunca he participado en una orgía, pero he leído mucho sobre ellas.....

Creo que también fumaré un pitillo, tal vez. ¿Quizás podría conocer a alguien aquí mismo? No pude encontrar a nadie adecuado en la pista de baile, había sobre todo chicas bailando, y los chicos estaban todos dando vueltas por alguna razón.

Y entonces, como por arte de magia, alguien aparece a mi lado y me da un mechero. ¡Qué atento! Lo enciendo y lo veo a ÉL: ¡Dios mío, quién es ese que está delante de mí! Parece una alucinación, una fantasía irreal, es divinamente hermoso, como un ángel bajado del cielo con unos ojos hipnotizadores sin fondo.

Una breve pausa, pensando que no sería mala idea hablar con él, pero sentía los labios petrificados. ¿Qué demonios me pasa? Y entonces oigo su mágica voz.

– Me llamo Miguel, ¿y tú?

– Ana, puedes llamarme Nita.....

Él sonríe con su sonrisa única.

– Bueno, entonces es un placer, ¡solo Nita!

– Igualmente, – contesto con una sonrisa.

– ¿Estás aquí sola o con alguien?

– Estoy con una amiga, pero ahora está en la pista de baile, conoció a un chico y ya piensa irse.

– ¿Y tú? ¿Te quedas aquí sola?

– Tal vez. – Sonreí y le miré enigmáticamente.

– Ya veo, y yo estoy aquí con mis amigos… y si no te importa, ¿quizá te gustaría unirte a nuestro grupo de amigos?

– Me encantaría, porque, francamente, estoy un poco harta de pasar el rato sola y pasando de viejos que se creen más guays que los demás.

– Bueno, ¡entonces ven conmigo!

– ¡Venga!

Miguel me presentó a sus amigos. Por desgracia, no era el mismo grupo de tíos guapos que fumaban cerca de nosotros. Los amigos de Miguel eran feos y aburridos. Pero después de tres cócteles no presté atención a eso, lo principal era que Miguel era genial.

Luego tomamos tequila. Y aquí estamos sentados, bebiendo, charlando como si nos conociéramos de toda la vida. Es por la mañana, todo el mundo tiene sueño y piensa irse a casa. Cansados, pero terriblemente satisfechos, todos abandonamos el club.

Uno de los amigos de Miguel tenía un coche grande en el que cabían once personas a la vez. Era casi un minibús, maldita sea, salvo que en realidad no era más que un largo coche extranjero.

En el coche, intercambiamos teléfonos.

– ¡Llámame! – le susurro al chico mientras se despide de mí abrazándome.

– Lo haré, ¡hasta luego! – me besa en los labios y salgo del coche.

– Adiós, Miguel.

– ¡Nos vemos, Nita!

Ya han pasado unos días, pero todavía no me ha llamado, e incluso me da miedo marcar su número, no sé qué hacer…

Todo este tiempo sólo pienso en él, sueño con él, miro las fotos del club que nos hicimos aquella noche. No puedo creer cuánto me atrae. ¡Dijo que llamaría y no lo ha hecho! ¿Qué coño pasa? ¿Es que no me quiere? Podía sentir cómo se le levantaba la polla mientras me abrazaba.

Y entonces, de la nada, la llamada, ¡su número! Mis manos empiezan a temblar de emoción.

– ¿Hola?

– Nita, hola, soy Miguel, siento no haberte llamado desde hace tiempo, ¡estaba de viaje de negocios en Madrid!

– No pasa nada, ¡me alegro mucho de que hayas llamado!

– A mi también. Es bueno escuchar tu voz, ¿cómo estás?

– Todo super, estoy sentada en la universidad en nuestro café y pensando donde voy a ir, ¡para no tener que ir a clases! – Digo yo.

– Vaya, ¡qué interesante! Entonces, ¿podrías venir a mi casa? Yo también he decidido no ir a la universidad hoy, y ahora estoy sentado en casa y me muero de aburrimiento, sentémonos, charlemos, veamos una película, ¡qué te parece!

– Oh, es una gran idea. Estaré en tu casa en media hora.

Subo al autobús con el corazón a mil por hora para verle cuanto antes. Me bajo en la parada correcta y sigo al navegador hasta su casa. Me levanté, llamé al timbre y sentí que el corazón se me salía del pecho, me sudaban las palmas de las manos.

"Mierda, por qué estoy tan nerviosa, necesito calmarme, no quiero que el tío vea que me gusta de verdad".

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